Científicos británicos crean una goma de mascar que no se adhiere a las suelas de zapatos ni al pavimento ? El producto se degrada en 24 horas
Celia Maza
Londres- Cuando uno escucha el nombre del festival de la Asociación Británica para el Desarrollo de la Ciencia piensa en un grupo de expertos que se reúne para hablar de electrones y moléculas. Pero en este caso no ha sido así. Decenas de expertos de todo Reino Unido se han concentrado en York, Inglaterra, para hablar del chicle, es decir, la goma de mascar de toda la vida.
La expectación la ha creado Revolymer, una empresa que viene a ser una prolongación de un proyecto académico de la Universidad de Bristol. Esta compañía ha fabricado una sustancia mucho más ecológica que el chicle convencional. Si pasa los controles sanitarios y de seguridad europeos, el chicle mágico podría llegar a los quioscos londinenses en 2008. Pero, ¿cómo una goma de mascar se ha convertido en un asunto tan serio? La razón, para no variar, es económica. Al parecer, la intendencia de Westminster, en Londres, destina unos 144.300 euros anuales a quitar los chicles estampados en las aceras de las calles, y la ciudad de Oxford se llega a gastar 64.935.
Durante años, los científicos han intentado descubrir la forma de solucionar el pegajoso problema y ahora Revolymer parece haber dado con la clave. La sustancia milagrosa en sí está compuesta por largas cadenas de moléculas, llamadas polímeros, de propiedades tanto hidrófilas como hidrófobas, es decir, que se adapta al agua al mismo tiempo que la repele. El material también tiene afinidad por los aceites y esto hace que se pueda mezclar fácilmente con los demás ingredientes del chicle.
Pese a que los expertos se han esmerado por hacer comprender el éxito de su producto, para el resto de los mortales aún resulta complicado comprender por qué resulta tan importante que la masa sea «fácilmente eliminable». «Siempre queda una capa hidrófila que hace que el chicle esté rodeado de agua, y esa es una de las razones por las que resulta fácil de despegar. En algunos casos, ni siquiera se pega y además hemos conseguido que sea biodegradable, algo fundamental, ya que muchos acaban en las alcantarillas», afirmó el profesor Terence Cosgrove a la BBC.
El equipo también probó el chicle en una de las superficies más difíciles: el cabello humano. La demostración incluyó la participación de la hija del gerente de Revolymer, quien tras el experimento se tuvo que cortar el pelo. Y es que los colegas de su padre le pegaron un chicle «comercial» a un lado de la cabeza y «Rev7» al otro. El primero debió «extirparse» con la ayuda de las tijeras, mientras el chicle mágico salió con agua, champú y un peine. Cosgrove confía en que su «Rev7» pasará las pruebas del organismo de regulación sanitaria de la Unión Europea, y cree que el chicle despegable podría venderse ya en 2008.
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